RESPUESTA A LOS INTÉRPRETES DE LA LITERATURA.
Por Juan Cu
Sr. Javier Seghura, me extraña, el pensamiento crítico del Sr. Ramón Buenaventura, (Nota 1. Ver al final) decir que:
"Góngora fue despreciado en centurias pasadas..." es cierto, pero que "será olvidado en algunas venideras..."
A Góngora y a Sor Juana, al final del XIX y a principios del siglo XX, fueron desenterrados del olvido, porque al ser despreciados de sus contemporáneos, éstos últimos - sus contemporáneos- siquiera fueron despreciados, ni tampoco olvidados, porque ni siquiera fueron, ni serán recordados.
En la obra del Sr. Bartolomé José Gallardo están muchos de los contemporáneos de Góngora y Sor Juana que señalaron sus respectivas obras al olvido. Éstos críticos-autores, fallaron en sus predicciones debido a la mala interpretación de la historia de su tiempo.
(Bartolomé Gallardo -1776- 1852 en su grueso Ensayo de una Biblioteca española de libros raros y curiosos -1863- y también la primera antología en México " Flores de baria poesía", de compilación anónima de 1543 a 1577. La colección se compone de 359 composiciones de 249 autores reconocidos y 110 anónimas. Autores españoles que vivieron en Puebla en el siglo XVI.)
A ésta conclusión llegaron los críticos del siglo XX entre ellos Alfonso Reyes y la generación del 27 (Jorge Guillén, Pedro Salinas, Rafael Alberti, Federico García Lorca, Dámaso Alonso, Gerardo Diego, Luis Cernuda, Vicente Aleixandre, Manuel Altolaguirre y Emilio Prados) ofreciendo este grupo un homenaje a Luis de Góngora y Argote, rescatándolo después de 300 años de olvido desde el Ateneo de Sevilla. El Sr. Alfonso Reyes se encontraba rescatando la obra inédita de Góngora, que se llamaría después "Cuestiones gongorinas" (1927) hasta que el historiador literario el Sr. Raymond Foulché-Delbosc (1864-1929) lo habría de sustituir para tal empresa.
La obra de Góngora es superior en general a cualquiera de sus contemporáneos incluyendo a Francisco de Quevedo, y a Lope de Vega. Sor Juana está, demás decirlo, no hay quien se le asemeje en el siglo XVII, ni XVIII, XIX, XX... Los -críticos traductores- como el Sr. Ramón Buenaventura, suelen ser buenos lectores y malos intérpretes de la historia de la literatura, no me referiré a lo que dice de Rimbaud, por que no dice nada:
" Rimbaud era un muchachito de ingenio disperso, confuso y desperdiciado. No lo veremos, pero ya lo verán..."
a pesar que escribió el Sr. Buenaventura, una biografía de aquél.
Cito para finalizar un poema de Ramón Buenaventura para darnos una idea de su- uso- del lenguaje.
12. POR MALA CAUSA.
Ramón Buenaventura.
En Los poemas de su último libro de León Aulaga años noventa.
Se me escribe el poema, laborioso,
al iniciar contactos con el cuerpo ofertado sin las comodidades
exigibles:dentro del auto —botones en hilera—, las calzas, las llamadas braguitas (por arriba se empujan mucho más respondonas unas tetas sin señas fascinantes, ligeras, con las aréolas granujas).
Repetido poema, laborioso, de maestrillo.
Repetida también —tan cumplidora, tan rutinaria— la jadeante
reacción: ya no embelecan como antaño
los efectos sonoros ni los empujes corporales.
Me los creo lo justo para darles la réplica.
Nadie que vaya conociendo a las mujeres, una mujer, puede creer en sus propias hazañas venustas.
Es material muy sólido.
La mujer
es material muy sólido.
Apenas maleable.
Repetido el poema, su escritura, laboriosa: cuando ya no se
guarda la fe necesaria, la ingenuidad imprescindible para creer
en versos recién hechos y recién recibidos con pasión.
Se ejecuta.
(Más tarde, en una cama, mejor
mucho más cómodos.)
Notas: 1.-
( Ramón Buenaventura Sánchez Paños (Tánger, 25 de junio de 1940) es un escritor (poeta, novelista) y traductor literario español.
Estudió en las facultades de Derecho y de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid, la Escuela Oficial de Idiomas, la Escuela de Psicología, la Escuela de Funcionarios Internacionales de la Escuela Diplomática de Madrid y en diversos centros especializados en mercadotecnia y administración de empresas. Hasta septiembre de 2009 fue profesor de Traducción Directa del Inglés y de Lengua Española en el CES Felipe II de Aranjuez, UCM. Durante muchos años fue profesor de Traducción Literaria en el Instituto de Traductores de la Facultad de Filología (UCM) y en 2010-2011 dirigió la cátedra de Escritura Creativa de la Universidad Europea de Madrid. Es autor de siete libros de poesía, cuatro novelas, un volumen de relatos, una biografía de Arthur Rimbaud, una antología de la joven poesía española escrita por mujeres; ha traducido, entre otros, a Arthur Rimbaud, Prosper Mérimée, Alain-Fournier, Sylvia Plath, Anthony Burgess, Kurt Vonnegut, Philip Roth, Jonathan Franzen, Don DeLillo, Francis Scott-Fitzgerald y ha obtenido los premios Villa de Madrid y Fernando Quiñones de Novela, el Miguel Labordeta de Poesía y el Stendhal de traducción. Vive en Pozuelo de Alarcón, Madrid)
Javier Seghura cita a:
Mínima enciclopedia
La Poetambre. por Ramón Buenaventura
La muchedumbre de los poetas. Es creación expresiva de don Miguel de Cervantes Saavedra, en su Viaje del Parnaso.
Siempre ha habido muchísimos poetas y nunca se ha sabido a ciencia cierta cuáles eran los buenos, quitados los amigos. Repásense las listas de gloriosos levantadas por los contemporáneos en cualquier periodo de la literatura; hojéense, por ejemplo, las antologías del siglo xix preparadas por grandes sabios poéticos del siglo xix, en países diversos.
No reconocerá usted muchos nombres, ni se sorprenderá poco al comprobar el peso que en ellas se atribuye a autores que ahora son castamente anónimos.
Tampoco tiene la posteridad la última palabra. La posteridad —o el reconocimiento de valía poética por parte de los lectores y críticos vivos en años posteriores a los vividos por un autor— es tan frívola y tornadiza como el presente. Lo que ahora nos parece eterno (qué les diría yo: ¿Góngora?) ha sido despreciado en centurias pasadas, y será olvidado en algunas venideras.
Para ello hay una primera razón, honrada y sólida: la poesía funciona (a) interpares, entre escritor y lector con parecidos registros de sensibilidad; y ésta cambia, colectivamente, con todas las restantes actitudes y posturas humanas.
En un siglo de rigor ordenado y francés, como el xvii-xviii, pocos sonetos podía colocar el bueno de Shakespeare; en un siglo de ley común y anglosajona, como el nuestro, apenas habrá lector que se negocie completo un poema de Boileau.
Pero nada se adquiere ni se pierde para siempre: alguna vez volverá Jovellanos, con sus tablas agrícolas en la cartera; alguna vez dirá «todo el mundo» que Rimbaud era un muchachito de ingenio disperso, confuso y desperdiciado. No lo veremos, pero ya lo verán.
Digamos, por fin, que nadie ha levantado un censo fiable de la poetambre. Hay quien la calcula en 10 000 cabezas, contando sólo los autores con libro publicado. Hay quien la niega, dando a entender que en toda Hispania no alienta ni un solo vate como Poesía manda. Hay quien la reduce a sus amiguetes y compinches. Ay, entrañas mías, yo no lo sé.
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